Etiquetas

4 de agosto de 2011

Replegada



Replegada, Catherín parece buscar en su silencio. Toda su quietud muestra su otra cara, aquella que quisiera desterrar para siempre de sí misma.

Su cara, la otra, la que Catherín esconde o la que se esconde a sí misma yace ahora sobre la cama algo deshecha. Sus patitas cruzadas son una obra de arte, piensa Paula, que la mira dormir desde la barra desayunadora. Piensa que está demasiado en silencio para lo que acostumbra, y piensa que ya no soporta más ese sopor suyo. Quiere saltarle encima, pero en su lugar un recuerdo se le adelanta y salta sobre Paula.

Un mal recuerdo. Un buen recuerdo, quién sabe. En fin, un recuerdo. Y eso siempre significa nostalgia, y las más de las veces melancolía.

De modo que reconociendo la imposibilidad física de luchar en su contra Paula avanza. Se mete en la boca del lobo, entra en la cueva del dragón, busca el ojo del ojo de la tormenta...

Escondidas llegaron los primeros besos

escondida tu mano bajaba hasta mi centro

(mi verdadero centro)

Escondidas nuestras almas

en la cueva de la pasión.

Escondidas

SOLO de nosotras mismas.

El viento era furia en todas direcciones. Memorias como ménades se empecinaban en voltear todo cimiento. Solo el maullido triste o compasivo o desperezante de Catherín consigue traer una suerte de calma hasta la habitación. Eso, sumado a un hostil danzar de uñas sobre la almohada, logran que la celosamente deseada mirada de amor y de odio se pose nuevamente sobre ella. Solo sobre ella.