
Sin haber dormido
la ciudad continúa en su ritmo de prolijas incoherencias para algunos pocos.
Los perros comen restos de burguesía del suelo
los indigentes se cagan de frío en los recovecos de los negocios
los empleados menesterosos acomodan sus diligencias mientras ríen o lloran por los borrachos
los hombres y las mujeres caminan despuntando los últimos hilos de sus deseos e ilusiones
los milicos afilan la goma con que juntan a los resacados
el sol saliendo desde el océano no es nada significativo
ni significa nada más.