Este jueves y viernes 8 y 9 de Diciembre los esperamos en la Octava FLIA !, que se llevará a cabo en Al triángulo Mamichula (119 nro 1493 e/ 32 y 63)
Vamos a estar con nuestras poegrafías y fotextos!
Nos vemos allí!:D
Mañana vamos a estar con nuestro puesto de poegrafías en 'La feria que nos parió', que se hace en el centro cultural En eso estamos (calle 8 e/ 41 y 42 nº 460) a partir de las 16 hs. Además de diversos puestos en la feria se van a realizar distintas actividades como juegos, escritura colectiva, intervenciones teatrales, pintada de murales colectivo, música en vivo, entre otras. Los invitamos a que se den una vuelta!!
“Deberías dormirte con una navaja entre las manos”, le dice entredormido, mientras ella, aún agitada fija los ojos en el techo blanco, con todas sus fuerzas, como intentando absorberlo, absorber todo ese blanco, y vaciar con él su mente.
Volverse a dormir siempre parece la mejor opción, al menos para sacar ese peso, encerrado en los párpados, bajo los ojos, para destensar ese cuerpo y volver a no sentir los dedos de los pies. Tomará esa opción varias veces, como siempre, antes de pensar que ya no soñará con algo mejor, que el gusto amargo no se irá durmiendo, que lo mejor será intentar hacer todo aquello que estaba postergando; todo eso que nuevamente no hará, todo eso que el peso en los ojos, el gusto amargo, y la corriente hasta los dedos de los pies, no le dejarán hacer.
La imagen no se irá tan fácilmente; ninguna nunca lo hace. Todas esas imágenes nocturnas la persiguen, seguramente, durante el día, mientras deja caer las cosas de su mano, mientras olvida su comida en el fuego, mientras se pierde al leer, en los recovecos de su memoria.
Si pudiera fácilmente entrar en su mente podría describir todas estas imágenes con mayor precisión. Seguramente vería en ese mosaico en permanente movimiento, pequeñas imágenes que se van uniendo unas a otras, para rápidamente separarse y unirse a otras nuevas. Seguramente en ellas vería esos colores, esos árboles, esas hojas, sombras y caminos que siempre menciona; la vería a ella en medio de todo eso, y en medio de lo que no menciona; vería su cuerpo junto al de él, vería su cuerpo junto al de otros personajes, vería su cuerpo frente al mío, como tantas otras veces.
Pero no es tan fácil, meterse en esos bosques. Jamás pude hacerlo del todo, sólo pude verla, como la veo ahora; como a un espejo.
Si lo hubiera hecho seguramente hubiera visto en esos mosaicos, esa imagen central, esa que uniría al resto. La hubiera visto y le hubiera dicho que no siga sus consejos; y le hubiera dicho entre celos de inconsciencia que no es un tipo inteligente; le hubiera dicho que no es sensato dormir, con una navaja escondida entre las manos.
No. Sólo la pude ver, como la veo ahora. Como veo un espejo. Mientras la sangre cae, hasta que la sangre deje de caer.
Su cara, la otra, la que Catherín esconde o la que se esconde a sí misma yace ahora sobre la cama algo deshecha. Sus patitas cruzadas son una obra de arte, piensa Paula, que la mira dormir desde la barra desayunadora. Piensa que está demasiado en silencio para lo que acostumbra, y piensa que ya no soporta más ese sopor suyo. Quiere saltarle encima, pero en su lugar un recuerdo se le adelanta y salta sobre Paula.
Un mal recuerdo. Un buen recuerdo, quién sabe. En fin, un recuerdo. Y eso siempre significa nostalgia, y las más de las veces melancolía.
De modo que reconociendo la imposibilidad física de luchar en su contra Paula avanza. Se mete en la boca del lobo, entra en la cueva del dragón, busca el ojo del ojo de la tormenta...
Escondidas llegaron los primeros besos
escondida tu mano bajaba hasta mi centro
(mi verdadero centro)
Escondidas nuestras almas
en la cueva de la pasión.
Escondidas
SOLO de nosotras mismas.
El viento era furia en todas direcciones. Memorias como ménades se empecinaban en voltear todo cimiento. Solo el maullido triste o compasivo o desperezante de Catherín consigue traer una suerte de calma hasta la habitación. Eso, sumado a un hostil danzar de uñas sobre la almohada, logran que la celosamente deseada mirada de amor y de odio se pose nuevamente sobre ella. Solo sobre ella.
La alarma, estridente, sobresalta, y me despierta. De un sueño que me dejó sin habla.
Para vestirme, prepararme, tomar mi media taza de té diaria, no me molesta. Con sólo 15 minutos, con las cosas en las manos, salgo al mundo, con sus colores, con sus ruidos, con sus voces, sin poderles contestar.
Ni siquiera me aterra, entre el murmullo de las ruedas que rozan el asfalto, y el movimiento de esos sonidos constantes; mi cuerpo quieto, ensimismado, espera en la esquina, entre tantos estímulos, desperdiciados.
Tan sólo con una mínima seña, un brazo extendido, quiebro con la quietud y el aislamiento del cuerpo; sólo con esa seña me comunico con ese mundo, que insiste en contestarme, de mil maneras, entre ellas esos escalones que se me presentan, luego del sonido de escape de aire, el choque de las puertas, y el bullicio encerrado que se apura en salir.
El mundo parece entenderme, pienso,… ¿y las personas? Pero con una pequeña sílaba; ni siquiera, con un ruido, balbuceo, inconcluso y tímido, que con todas mis fuerzas puedo sacar, logro que me responda, no el conductor, sino la tecla pulsada, y el pip de la máquina que se repite luego de caer estruendosamente las monedas en su interior.
Con simples miradas, de súplica y necesidad, me puedo abrir camino entre el mar de gente. Una vez, con un lugar, intento escuchar, entender lo que dicen, pero veo, creo en un principio que no dicen nada. Sólo dos mujeres en el fondo. Logro escucharlas y me detengo en ellas. Sin embargo no conversan, una dice algo, una serie de sonidos, de expresiones, sin encadenar, y luego lo mismo de la boca y labios que tiene a su derecha. No se contestan, se turnan. Unos tonos, exaltados, enfadados, fuertes, que parecen salir de unos ojos que explotan; y otros tonos, dejados, de lejos, de conveniencia, que no salen de ningún lado, de ninguno de ambos ojos que salen por la ventana quietos, sin mirar. Esos ojos me hacen buscar lo mismo, en la ventana más cercana, esa nada que surge del paso, acelerado, de objetos sin distinción. Los límites de los árboles, confundidos con el pasto, asfalto, cemento, vidriosemáforoviento, bocinasueño, mente; pesadilla,desiertoy una frenada brusca. Agite, suspiros, aprendé a manejar, y mis ojos en el micro otra vez.
Un niño, y una mujer en frente. Quieto, silencioso, mudo; en realidad asombrado, con ojos muy abiertos, tanto que dibujan en sus labios una cinta, y atrás miles de gritos, balbuceos, risas, palabras tal vez, por decir. Pero esos ojos sólo ven una mujer de ojos perdidos, boca cerrada, pegada, [¿habrá visto el mismo desierto?, ¿habrá tenido mi mismo sueño?]…dormida, que solo reacciona, acaso al cambio de tema en su mp3.
Lugares conocidos, la plaza, el local de discos, la esquina de siempre, y mis piernas se mueven, me llevan. Mis manos esperan nuevamente ese objeto, conocido, ese cartel [50], y aprietan. Y otra vez un timbre, ruido estridente, alarma, que me despierta, antes de bajar; que me despierta de un sueño; que me deja sin…
El viento arremolinándose desde el océano hacia el mar y luego al río. Las baldosas tibias conquistando el terreno, el musgo verde conquistando las baldosas. La altura, el espacio vacío llenándose con lo innominable. El cielo prefigurando tu nombre, aún antes de saber que todo siempre se reduce a los nombres. Tu nombre bamboleandose con el viento, nada concreto.
Nada concreto, solo el miércoles y la terraza.
……… A ………
En los escalones de la entrada: el aire. Ni limpio, ni agradable, pero el aire, que adentro nunca encuentro. Esa calle, casi desconocida, ancha, repleta de árboles en su alrededor, y entre sus hojas, los rayos de luz que se mueven, cambian, llenando el ambiente de un aire inquieto. O tal vez sean mis oídos, y el choque de las hojas, y el viento que se abre camino a su paso, como los autos, y sus motores, y sus gritos, y sus bocinas, o el semáforo en rojo, que puede devolver algo de silencio y quietud.
En eso, unos pasos, unos tacos, lejanos, sutiles, que quieren acercarse. Vienen del pasillo (seguro), atrás mío, cada vez más fuerte. El semáforo cambia, y los golpes de esos zapatos se siguen escuchando sobre el ruido de la calle, y sin embargo no la siento cerca, a ella no. Siento que me tocan, siento que me aplastan la cabeza con su sonido, esos pasos, y no llegan. Y no llegan. Y no…
La puerta se abre, me corro para hacerle paso, hacerle paso a esos zapatos, negros, simples, sutiles, delicados, y... ¿todo ese ruido? Algo tan simple, tan obvio, y a la vez tan violento. Subo la vista, para conectar con un cuerpo esos pies; y los ojos me entregan un cuerpo conocido, apenas, como un todo, coherente. La saludo sólo con un movimiento de cabeza que ella devuelve; y veo… sus ojos. Y veo en sus ojos,… algo;… veo en sus ojos,…sin entender….Veo sus zapatos. Los que me amenazan, (o que tal vez sólo amenazan) aun cuando vuelvo a escuchar los mismo pasos alejándose, ahora sin nunca terminar de hacerlo. Me persiguen un tiempo, y el aire de la vereda ya no es suficiente.
……… B ………
La caminata me devuelve, no la tranquilidad, pero sí ese desconcierto sin una causa específica. Los pasos ya no me persiguen, sólo resuenan lejanos, cada tanto. Tal vez ni siquiera sean los mismos; mi cabeza debe estar llena de ellos.
Esa inquietud es útil, y pienso que tal vez sea la misma ciudad, desconocida, la que me llama, me levanta y mueve mis pies. Es su orgullo, el que resuena en mis oídos; sus calles y edificios, y sus museos, y bibliotecas, y esos árboles, de más de 100 años. Le hago caso, me dejo dominar por ella, pasivamente dejo que me asombre y me llene de todo lo que tiene para ofrecerme.
Las veredas, que atrapan mis pies, me atraen, me agradan; comienzan de a poco a hacerme suyo, sin quitarme el desconcierto, para poder pagarles con mi asombro de recién llegado; los días ya se encargarán de cambiar esta situación.
Y sin embargo; ¿qué es una ciudad sin gente? Todos ellos, todas estas personas que me pasan de cerca, y las que ni siquiera me cruzan; ninguna cara conocida, ninguna voz que resuene, con eco, entre esos miles de ojos, bocas, pasos. Y aun así, entre todas esas miradas perdidas, cercanas, nuevas; no hay ninguna con ese gesto amargo encubierto, con esa amenaza, con esa expresión tan atrayente, conocidos poco antes. Puedo ver, que en cambio caminan seguros, sin miedo, especulando sus próximos pasos. Y yo, en el recuerdo de esa mirada, cada vez más interiorizada, más encarnada, camino creyendo que tal vez sea yo el que se esta encarnando en ella.
De noche ya la histeria cansada me devuelve a la misma calle, la misma vereda, y los mismos escalones que más temprano dejaron ver un par de zapatos, negros, delicados, sutiles; y más allá del cansancio, las ganas de soledad, de dejar de estar expuesto, y de esconderme, una noche extraña, con una brisa inquieta me impide encerrarme y perderme eso que la luna me promete. Por suerte encuentro una esquina en la terraza, desde donde apreciar sin dejar de pasar desapercibido. Mi mente sigue paseando inquieta, por las mismas baldosas que mis pies rozaron en el día. Es ese insaciable movimiento, que se quedó con ganas de más, al cual todos los viajes de esta semana que por suerte termina, no bastaron.
Un golpe seco me despierta de ese deambular y me hace mirar hacia atrás. Un bolso caído, que dejaron caer, y a su lado ese cuerpo, ese rostro, por segunda vez en el día. Sin saber, cuánto tiempo estuvo sin que yo me diera cuenta, me inquieta el recuerdo de sus pasos en la mañana y su ausencia en estos últimos minutos. Una simple mirada al piso me tranquiliza, y sus pies desnudos me inundan de cotidianeidad. Sé que ella no me vio; y sus ojos, hacia la noche, me dejan ver, lo que el día no; y ahí, al borde, con ella apoyada en la pared, me hablan de ese sentimiento familiar, encarnado durante el día; y ahora sus pies inquietos, jugueteando entre sí, me dan mucho miedo, más aun que sus zapatos. Esa mirada, y esos pasos, firmes, sobre la nada, firmes sobre una sola cosa segura; un presagio, que ninguna mirada me dio hoy. Mirada y pasos que siguen caminando sobre la consciencia, clara y amarga, del único control, que le asegura y que le repite, que siga avanzando, todo lo que quiera, hasta el cansancio; y en caso de que no, que todo puede terminar hoy, mañana, cuando ella lo desee, con una sola palabra, con un solo paso.
A.B.C.: textos: .b- / fotos: Alan